
• Machu Picchu podría perder su designación como una de las siete maravillas del mundo si no soluciona el problema de transporte, bloqueo de vía férrea y venta de boletos que afecta a cientos de visitante

Walter Mauricio Bendezú Sánchez, Comunicador
Corresponsal en Lima-Perú, especial para el Periódico Gente, Costa Rica
Cuánta ironía, ¿no es cierto? Aquello que no pudieron doblegar los siglos ni derrumbar los imperios hoy corre el riesgo de implosionar en el escenario del turismo internacional. Machu Picchu, símbolo de la civilización andina y orgullo nacional, podría perder su designación como una de las Siete Maravillas del Mundo. ¿La causa? No es un desastre natural ni una amenaza extranjera, sino la ineficiencia del propio Estado peruano.
- Una advertencia contundente
El pasado 13 de septiembre, la Fundación suiza New7Wonders, responsable de seleccionar y mantener la lista de las Nuevas Siete Maravillas del Mundo, lanzó un ultimátum al Estado peruano: si no se corrigen de manera urgente los problemas en la gestión del santuario histórico, Machu Picchu será retirada de esta prestigiosa lista.
La organización señaló con claridad una serie de deficiencias que, lejos de ser recientes, llevan años minando la experiencia turística y dañando la sostenibilidad del sitio:
• Turismo desbordado y mal gestionado
• Venta irregular de boletos
• Transporte colapsado
• Conflictos sociales persistentes
• Caos institucional generalizado

- Una crisis visible y viral
La gravedad de la situación se hizo evidente -y viral-, cuando comenzaron a circular en redes sociales videos de centenares de turistas varados. Un paro de transporte convocado por comunidades locales bloqueó con piedras la vía férrea que conecta Cusco con Aguas Calientes, principal acceso a la ciudadela inca. Las imágenes hablaban por sí solas: visitantes frustrados, guías desesperados, y un santuario sagrado convertido en campo de disputa.
- Fin del monopolio, inicio del caos
El conflicto se intensificó con la ruptura del largo acuerdo entre el Estado y Consettur, empresa que durante más de tres décadas operó en régimen de monopolio como único medio autorizado para transportar turistas entre Aguas Calientes y Machu Picchu.
Con la concesión vencida en septiembre de 2025, la Municipalidad de Urubamba otorgó un permiso provisional a la empresa San Antonio de Torontoy, que presentó una flota de 18 buses. Pero la transición fue todo menos fluida. Los vehículos no pudieron operar al depender del transporte ferroviario -controlado por PeruRail-, que se negó a colaborar por disputas no resueltas. Mientras tanto, Consettur, a pesar de no contar con una concesión vigente, continúa operando para evitar el colapso, aunque bajo un marco legal y social cada vez más precario.
- Un Estado ausente, una identidad en juego
Lo que queda es un panorama desolador:
• Comunidades que denuncian monopolios y exigen participación en los beneficios del turismo
• Empresas enfrentadas en una pugna legal y económica
• Turistas frustrados que ven cancelada una experiencia única
• Y un Estado que parece incapaz de resolver —o incluso gestionar— una crisis que amenaza no solo una industria, sino un símbolo nacional
En 2007, tras un concurso global con más de 100 millones de votos, Machu Picchu fue consagrada como una de las Nuevas Siete Maravillas del Mundo. Hoy, esa distinción pende de un hilo. En palabras de New7Wonders, “la permanencia, justificable y creíble, de Machu Picchu en la lista” depende únicamente de las decisiones que adopte el Gobierno del Perú.
Machu Picchu no merece este destino. No se trata solo de proteger un destino turístico; se trata de preservar una herencia espiritual, cultural e histórica que pertenece no solo a los peruanos, sino a la humanidad entera.