lunes, julio 8
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LA FELICIDAD ES GRANDE, DIOS NOS MUESTRA SU MISERICORDIA Y SU MANO PODEROSA

• Christian Sandoval Pacheco, de la mano de nuestro Señor venció al Covid-19

Lilliana Pacheco y José Luis

Dios es grande y maravilloso, nos permite tener hijos sanos y fuertes, pero no pasa por nuestra mente que uno de ellos sufra algún percance o pasemos por una prueba tan dura. Hoy doblamos rodillas, agradecemos y damos gracias a nuestro Señor, que es un Dios de amor, lleno de misericordia infinita, nos distes aliento en todo momento en nuestro dolor, ver postrado en una cama de hospital a nuestro hijo Christian, atacado por una de las pandémias que arrastra con todo y sin contemplaciones.

Estuvimos rodeados de toda nuestra familia en Cristo, pastores, sus hermanos, familiares y amigos, que con sus incansables oraciones escucho nuestro ruego, Dios en su infinita misericordia nos devuelve a nuestro hijo recuperado para regocijarnos en felicidad, abrazarlo, besarlo y llenarnos de él no sin antes darle la honra y la gloria al Señor Jesucristo por su gracia y su bondad.

 ‘‘Alabad al Señor de los señores, porque para siempre es su misericordia. Al único que hace grandes maravillas, porque para siempre es su misericordia. Salmo’’: 136: 3-4

  • Compartimos el testimonio de nuestro hijo, Christian

‘‘Iniciar estas líneas representan para mí un cúmulo de sensaciones que jamás podría explicar; porque para hacerlo hay que vivir tantas cosas por las que ha pasado durante los últimos 27 días.

Algo inesperado entró a mi vida, tal ladrón a media noche, me invadió y me dejó sin la “normalidad” de mi vida; sin los planes o proyectos que tenía inmediatamente programados, recordándome que esta vida no es nuestra, sino de Dios que tiene un propósito para cada uno de nosotros.

Mi testimonio tiene un único fin, y es concientizar en lo que tenemos, valorar cada movimiento que logramos hacer, y que a veces observamos como tan normal, tan cotidiano y hasta mecánico.

Fui contagiado de Covid y el 5 de abril salí positivo, luego de una serie de síntomas muy fuertes. Me invadieron muchas preguntas; ¿Por qué a mí?, ¿Cómo, si yo me he cuidado?, ¿Y ahora que va a pasar?, en fin, preguntas que para ese momento no tenían ninguna validez.

Pasé en mi casa la primera semana con serios problemas respiratorios y de movilización, hasta que el 11 de abril mi oxigenación llegó a puntos muy críticos, por lo que tuve que ser trasladado al Hospital México, donde estuve internado los últimos 16 días.

Amigos, la historia vivida ahí adentro es mi testimonio de vida. Dios y su promesa de no soltarme, añadido a un grupo sensacionales de doctores, internistas, enfermeros, asistentes, especialistas y demás funcionarios que son los verdaderos héroes de cualquier historia que pueda ser contada. Ellos y su vocación; ellos y su amor al prójimo, ellos y su esfuerzo, ellos y su máximo hilo de fuerza por salvar, proteger y cuidar a cada uno de los pacientes que ahí estábamos.

Dios sabe que desearía conocer todos sus nombres para agradecerles, para fundirme en un maravilloso abrazo con ellos y decirles “gracias por salvarme, gracias por cuidarme, gracias por darme esperanza, por su entrega en cada día”, y no sólo conmigo, sino con cada paciente que estábamos en esos salones.

Los vi derrotados cuando tristemente fallecía alguien, porque dentro de las cosas más crudas que puedo contar, es que vi postrado en mi cama como se apagaron varias vidas durante estos días.

Hoy estoy en mi casa, gracias a la promesa de mi Dios, y me falta algún tiempo para estar completamente recuperado. Soy un sobreviviente de Covid; sí, de esa misma enfermedad que algunos ven con desdén y hasta con escepticismo; pero que es muy real y cada día deja a nuestras familias con dolor.

Soy un sobreviviente de Covid y lo digo con lágrimas, porque sé que hay muchos otros que no pueden decir lo mismo, a pesar del esfuerzo de ese maravilloso ejército que hay en nuestros hospitales.

Si este testimonio llega a una sola persona para que se concientice en que el Covid no es un cuento de hadas, y que por el contrario es real, crudo y muy desgarrador, pues me daré por satisfecho de mi mensaje de vida, de que esos 16 días llenos de una realidad que jamás pensé vivir, valieron la pena.

Hoy puedo decir que jamás pensé que dar un paso, comer por mi cuenta, bañarme, ir al baño por mis medios, mover una extremidad, ponerme de pie y siquiera respirar; fueran un lujo, un premio que Dios no regala a cada instante.

Gracias infinitas por sus oraciones, por sus plegarias, por sus deseos de recuperación para mí y mis compañeros infectados y que algunos también fueron hospitalizados. Dios les devuelva todo eso con bendiciones a ustedes y sus familias.

Por último, y una vez más porque nunca terminaré de agradecerlo, gracias a ese maravilloso personal del Hospital México que logró recuperarme y estar hoy aquí en mi casa en franca recuperación. A ellos, Dios le bendiga siempre.

Gracias a todos, y de manera humilde los insto a cuidarse a ustedes y sus familias. De corazón se los dijo amigos, no quisiera que nadie viva lo que pasé en estos 16 días. ¡Gracias y Dios les bendiga a todos!’’

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