sábado, julio 27
Shadow

Su destino depende de la respuesta a una pregunta

Pilato les dijo: ‘‘¿qué, pues,
haré de Jesús, llamado el Cristo?’’

Mateo 27.22


Esta fue la pregunta que el gobernador romano hizo al pueblo judío una vez que había examinado al acusado y no encontraba una razón válida para darle una sentencia de muerte.
Después de intentar razonar con ellos, Pilato cedió ante la petición de crucifixión y el Evangelio relata lo siguiente:

Viendo Pilato que nada adelantaba, sino que se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: ‘‘inocente soy yo de la sangre de este justo; allá vosotros’’.
Mateo 27.24

Con esta acción de “lavarse las manos” Pilato quiso librarse de la responsabilidad por el veredicto contra Jesús. Así se sigue usando esa frase “lavarse las manos” hasta el día de hoy, significa querer librarse de complicidad o de responsabilidad en la toma de decisiones.


Pero, ¿pudo Pilato librarse de su responsabilidad con ese acto público, habiendo cedido ante el pueblo, sabiendo que estaban entregando a Jesús a la muerte injustamente y por envidia?


Pilato se equivocó terriblemente si pensó que sus palabras o el lavarse las manos lo librarían de una conciencia manchada. La conciencia no se puede lavar con agua.


Cristo lo confrontó con el pecado que estaba cometiendo al hacer un mal uso de la autoridad que le había sido dada.


Respondió Jesús: ‘‘ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba; por tanto, el que a ti me ha entregado, mayor pecado tiene’’.
Juan 19.11


Aquí se incluye el pecado de alguien más, el pecado de alguien que conoció a Jesús y tuvo compañerismo cercano con Él durante tres años, pero finalmente lo traicionó y se nos dice con claridad que aquel pecado cometido por ese falso discípulo es un pecado aún mayor que el de Pilato.


Siguiendo con el relato de la crucifixión, entra en escena el líder de los discípulos, Pedro, del cual está escrito:


Más Pedro le seguia de lejos hasta el patio del sumo sacerdote; y entrando, se sentó con los alguaciles, para ver el fin.
Mateo 26.58


Luego se describe cómo Pedro se atrevió a negar que conocía a Jesús y así lo afirmó en tres ocasiones.


Entonces pedro se acordó de las palabras de Jesús, que le había dicho: ‘‘antes que cante el gallo, me negarás tres veces’’ y saliendo fuera, lloró amargamente.
Mateo 26.75

Este fue el tropiezo de un verdadero creyente, al cual el Señor preservó y por eso tuvo arrepentimiento y fue restaurado.
Analicemos entonces todos los pecados que aparecen en el relato de la Pasión y muerte de nuestro Salvador que se registra en el Evangelio.


• El pecado de líderes religiosos y políticos que deseaban eliminar al que había denunciado sus hipocresías, falsa religión e justicia.
• El pecado de un pueblo que se dejó arrastrar por líderes impíos.
• El pecado de un líder pagano que cedió ante la presión para evitar complicaciones en sus relaciones con el pueblo. Hizo lo políticamente conveniente.
• El pecado de un falso amigo, un traidor.
• El pecado de un creyente cobarde.
Estos mismos pecados se cometen diariamente.
1- Los líderes religiosos y políticos caen en la hipocresía y toman decisiones por conveniencia y según sus intereses egoístas y no según la justicia y la verdad que muchas veces es incómoda.
2- La gente se sigue dejando manipular y ciegamente siguen a sus líderes sin cuestionarlos, en vez de comprobar si esos líderes están actuando conforme a la ley de Dios.
3- Muchos creen que pueden librar sus consciencias con una neutralidad ilusoria, sin percatarse que el que no toma una firme decisión por la justicia, ya decidió por la injusticia. No hay manera de lavarse las manos aquí. No hay inocentes.
4- La gran tragedia en muchas iglesias cristianas modernas es que los Judas no constituyen un doceavo de la congregación, sino que se han multiplicado y están dispuestos a vender la Fe por unas monedas. Pareciera más bien que uno de cada doce es un verdadero seguidor de Cristo.
5- Los creyentes verdaderos siguen tropezando torpemente, por confiar en sus propias fuerzas como lo hizo Pedro.
La generalidad de la humanidad está representada en los grupos anteriormente descritos y debemos ser honestos para reconocerlo.
Para saber a cuál de estos grupos pertenece usted, debe intentar contestar una pregunta similar a la que hizo Pilato al pueblo. La pregunta determinante es esta:


¿Qué harás de Jesús, llamado el Cristo?
¿Se lavará usted las manos, pensando que esto nada tiene que ver con usted?
¿Caerá en la trampa del secularismo que afirma que la religión es algo que hay que erradicar?
¿Ha creído ciegamente lo que los líderes religiosos enseñan sin indagar honestamente en las Sagradas Escrituras acerca de Cristo y lo que Él pide?
¿Aparenta usted ser cristiano (como Judas aparentó), pero ama el pecado y vive como el diablo?
¿Está usted siguiendo a Cristo de lejos como un cobarde? ¿Está su consciencia manchada por haber negado a Cristo con sus palabras o con su conducta?
La situación es terrible y no hay escapatoria.


¿Qué harás de Jesús, llamado el Cristo?
¿Qué vamos a responder?
Hubo más en la conversación de Pilato con Cristo, veamos:


Le dijo entonces Pilato: ‘‘ ¿luego, eres tú rey?’’ respondió Jesús: ‘‘tú dices que yo soy rey. yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. todo aquel que es de la verdad, oye mi voz’’. Le dijo Pilato: ‘‘¿qué es la verdad?’’
Juan 18.37, 38

¿Se excusará usted ante Dios porque no supo qué era la verdad? Cristo mismo es La Verdad (Juan 14.6)
Aunque no lo digan con palabras, muchos están todavía gritando: “crucifícale”.
Aunque estén procurando guardar las apariencias, muchos están considerando beneficiarse de las treinta piezas de plata, porque la traición al Evangelio trae ciertos beneficios en esta vida, pero ¿cuál será el destino eterno?
Por último, creo que hay otros que estamos llorando amargamente nuestras cobardías y ¡deseamos ser restaurados!

¿Qué harás de Jesús, llamado el Cristo?
Los invito a considerar esta respuesta:
¿Qué haré de Jesús? Me rendiré a sus pies benditos pidiendo misericordia y perdón. Creeré Sus palabras según las cuales Él no rechaza al que venga a Él (Juan 6.37). Lo reconoceré como mi Salvador y obedeceré sus enseñanzas porque es mi Señor. Viviré para Él porque Él murió por mí y mientras espero que Él regrese como lo prometió, anunciaré a todos que Jesús es el Cristo, el eterno Hijo de Dios que se hizo hombre para pagar por los pecados de su pueblo. Con su muerte, Él nos dio la vida y todo aquel que en Él crea no ser perderá sino que recibirá la vida eterna.


¿Qué harás de Jesús, llamado el Cristo?

alexander.leon@fereformada.org

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